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‘No me llames así’. Los riesgos de etiquetar a los niños

‘No me llames así’. Los riesgos de etiquetar a los niños

Por: Crianza & Salud / 27 febrero 2024

Aunque por diferentes motivos y, a veces, sin uno específico, se puede afirmar que es una tradición ancestral que a las personas desde pequeñas les asignen un apodo, sobrenombre o etiqueta que se vuelve tan común que llegan a ser más identificadas por eso que por su nombre verdadero. En muchas ocasiones se hace para resaltar una característica física (“el zarco”, “el mono”, “la garza”) o una condición especial (“cuatro ojos”, “el tuerto López”, “el bizco Calle”). Pero también se emplea para destacar una cualidad o defecto o con carácter peyorativo: “el nerdo de la clase”, “el vago del salón”, “el perezoso de la familia”, etc.

El problema con las etiquetas y las comparaciones se da una vez ya están establecidas, pues cuando al niño se le identifica con una cualidad o defecto, casi sin darse cuenta acaba comportándose de acuerdo con ese rótulo que le impusieron. Por ejemplo, un estudiante al que constantemente le están sacando en cara que no es bueno para las matemáticas tendrá más posibilidades de resignarse, de asumir que ese es un destino que no puede cambiar y que la única salida que le queda es... ¡ser malo en matemáticas!

Definición

Etiquetar es asignar una cualidad o defecto a un niño por su aspecto físico, por su comportamiento en un momento determinado, o por la conducta que le atribuyen los padres, compañeros o maestros, sea esta cierta o no, o sea un comportamiento puntual o permanente. De manera más amplia las etiquetas son descripciones que se usan para identificar a las personas que se apartan de la norma, del promedio, de lo que se considera lo común.

Sobre lo que significa etiquetar, el sociólogo estadounidense Howard S. Becker planteó hace ya varios años la “teoría del etiquetado”, que consta de tres enunciados que el tiempo ha demostrado que se siguen cumpliendo como si se tratara de pronósticos inmodificables: 

Etiquetar es diferente a diagnosticar

La etiqueta es un proceso que consiste en prejuzgar, en asumir, sin ningún estudio previo, exámenes o pruebas, que un niño es así, que el comportamiento que motivó dicha etiqueta es permanente y no fue un hecho puntual dado por unas circunstancias especiales. Son, pues, un prejuicio. El diagnóstico, en cambio, es un proceso de reconocimiento, análisis y evaluación de una situación (por ejemplo, una enfermedad), tendientes a solucionarla. Es claro, entonces, que cualquiera puede etiquetar y es algo que se hace de manera irresponsable, mientras que diagnosticar requiere de estudios serios por parte de un experto.

No obstante, así se trate de un diagnóstico, no se puede ignorar el enorme poder que tienen las palabras; ellas generan emociones y sentimientos que se pueden traducir en el comportamiento de un individuo, especialmente si se trata de niños. Por ello, es también muy peligroso que un diagnóstico se convierta en una etiqueta. Así, un niño con trisomía 21 (síndrome de Down) tiene esa característica, pero, además, posee habilidades y aptitudes. Igual sucede con el niño con un problema de visión. Se trata de diagnósticos que son necesarios tener en cuenta para su crianza educación socialización. Pero calificarlos o llamarlos “mongólicos” o “bizcos” es otra situación muy distinta, pues este tipo de denominaciones lo que logran es reducir todo su ser a un simple problema de salud que estigmatiza.

Quiénes lo hacen

La mayoría de las etiquetas empiezan en el hogar, muchas, incluso, son utilizadas desde los primeros días de vida del niño (“es de mal genio como el abuelo”, “es tragón como el papá”), con lo que se divulgan y acrecientan hasta llegar al jardín, al colegio e inclusive a la vida adulta, como un sambenito que le cuelgan al niño para toda su vida. De igual forma, en espacios como la escuela y el colegio se asignan etiquetas por parte de los compañeros y profesores, con las mismas perspectivas de perpetuarse.

Clases de etiquetas

Arbitrariamente se clasifican en negativas (las más comunes) y positivas. Las primeras se relacionan con defectos físicos, aspectos corporales, conductas y comportamientos no aceptados socialmente o que se salen de lo esperado (necio, primario, llorona, pelietas). Las segundas, entre tanto, pretenden resaltar una cualidad: el mejor del salón, campeón, guapo, etc. No obstante, estas últimas, como las negativas, pueden llegar a ser igual de perjudiciales, pues el niño se llena de miedo y ansiedad por el temor de no defraudar a sus mayores sobre las expectativas que tienen de él, lo que se vuelve una carga para el pequeño.

En general, se afirma que las etiquetas más peligrosas, por sus posibles consecuencias a mediano y largo plazo, son las que se imponen en la familia y, en un segundo lugar, las que van asociadas al género, ya que perpetúan estereotipos como, por ejemplo, “los niños no lloran”, “las niñas no juegan fútbol”. Con ese tipo de etiquetas se extiende, de generación en generación, el perjudicial machismo que aún afecta a la sociedad de manera grave.

Peligros y riesgos

Una etiqueta que perdure en el tiempo puede generar en el niño estos posibles riesgos:

  1. Afecta seriamente su autoestima, pues, la mayoría de las veces, le dan un rótulo de minusvalía.

  2. Encasillar al niño de manera que llega a creer que, por más esfuerzos que haga para cambiar esa etiqueta, no lo logrará.

  3. Para el adulto la etiqueta también tiene consecuencias, ya que tratará al niño desde la perspectiva de la etiqueta que lo define, dejando de lado otras cualidades y virtudes.

  4. Resaltar o hacer más notorio un posible defecto o la falta de competencia del niño en un aspecto en particular.

  5. No ayudarlo para que modifique conductas o hábitos.

  6. No permitir que resuelva posibles problemas existentes.

  7. Una etiqueta puede no corresponder a la realidad.

  8. Puede ser cruel, humillante, descalificadora o generadora de culpa.

  9. Puede quitarle al niño el derecho de ser él mismo.

  10. Ponerle una etiqueta al niño no es dar una opinión sobre él, es casi que imponerle cómo debe ser su comportamiento, qué es lo que todos esperan de él, dejándole la única opción de cumplir esa profecía, esa tarea que le asignaron.

  11. Las etiquetas inducen a que los niños que las cargan se sientan fracasados y vivan con el sentimiento de que decepcionaron a sus padres y maestros.

  12. Las etiquetas también pueden afectar seriamente el desempeño escolar, pues tienen un impacto importante en el aprendizaje.

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Conclusiones


  • Como se trata de una costumbre que viene de generación en generación, es necesario hacer una reflexión y motivación profundas con padres, maestros y puericultores para que no se sigan aplicando etiquetas a los niños, niñas y adolescentes, ni permitir que otros lo hagan.

  • Muchos padres rotulan a sus hijos por costumbre sin conocer los potenciales riesgos de esta práctica, razón por la cual, es indispensable educar en este sentido específico.

  • Es fundamental que los adultos se centren en las conductas y comportamientos inadecuados de los niños, calificándolos y evaluándolos con ellos. Que se califique la conducta, no al niño, buscando alternativas para resolverla.

  • Es crucial escuchar siempre al niño, que se sienta con la libertad de expresar sus sentimientos, como también lo que piensa y necesita, pues, de esta manera, se le ayuda verdaderamente a identificar sus debilidades y fortalezas para fortalecer aquellas si es posible o aceptarlas como parte de su ser.

  • Es esencial que tanto los padres como los maestros acompañen al niño en su educación emocional de tal manera que comprenda que todos tenemos cualidades y defectos y que nadie nos puede señalar por estos últimos.

  • Se requiere, pues, criar, educar y socializar sin etiquetar ni rotular a los niños según sus habilidades, nivel de inteligencia o dificultades. Ni ponerles nombres a sus comportamientos, formas de ser o de sentir.

  • Criemos y eduquemos desde la aceptación, la confianza y el respeto, ofreciendo siempre una imagen positiva de los niños, haciéndoles sentir que los acompañamos sin condiciones, pase lo que pase, hagan lo que hagan, o si consiguen o no sus objetivos.


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