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La importancia del error en la crianza

La importancia del error en la crianza

Por: Crianza & Salud / 02 abril 2024

El gran avance en las neurociencias ha permitido enfoques más positivos en el acompañamiento a los niños, niñas y adolescentes en su crecimiento y desarrollo. Es así como ya es un hecho irrefutable que las experiencias que tiene el niño en sus primeros años de vida lo marcarán, muchas veces de manera irreversible, en su conducta y desempeño en la vida adulta. 

Por lo tanto, aspectos como el estrés tóxico (dado por maltrato, negligencia, violencia intrafamiliar, abuso sexual), el sobrepeso y la obesidad, el tratarlo o no como un sujeto de derechos en la vida diaria (escucharlo y acompañarlo de verdad, tenerlo en cuenta), y el atenderlo o no de manera respetuosa, afectiva e inteligente en las diferentes etapas de su vida serán experiencias que lo marcarán durante toda su existencia.

Y en todas esas acciones y omisiones está el niño en desarrollo con toda su actividad y deseo exploratorio, tratando permanentemente de aprender, conocer, adquirir habilidades y destrezas, lo que inevitablemente se acompañará, de manera constante, de equivocaciones, avances, retrocesos y errores. Por esta razón, se hace necesario hacer un replanteamiento al enfoque que tradicionalmente se da al error en la crianza y educación.

¿Qué es el error?

El Diccionario de la Lengua Española define el `error' como “concepto equivocado, acción desacertada o equivocada”. Así mismo define `equivocar' como “tomar desacertadamente algo por cierto o adecuado”. Y vale la pena tener en cuenta también el significado de `equivocarse': “Confundirse, tomar una cosa por otra y actuar de manera errónea. Calcular mal”. Nótese pues, que errar, equivocarse o cometer un error es no acertar, no conseguir el resultado que se buscaba, tomar como válido algo que después se demuestra que no lo es. No presupone entonces, al menos en su definición, la intencionalidad de no lograr lo esperado, de no atinar. 

Quien comete un error estaba seguro, antes de hacerlo, de que la vía para llegar a su propósito era la adecuada. Distinto es quien, a sabiendas de que una acción no es correcta, la hace de manera adrede y buscando otros fines, lo cual, en este caso, ya no sería un error, sino un dolo, una trampa. Es claro entonces que entendido el error bajo su real concepción no es una acción sancionable ni punible. Muy al contrario, se trata de algo que debe llevar a buscar la causa y corregirla y, de esta manera, avanzar, crecer.

¿Cuáles son las causas del error?

Ema, de dos años, nunca se ha montado en una patineta, pero le parece muy divertido y quiere hacerlo, como sus amigos mayorcitos. Probablemente en los primeros intentos se caerá, tendrá pequeñas lesiones o hará daños. Su objetivo es usar bien este aparato sin lastimarse ni estropear algo, pero no lo hace bien porque aún no aprende, pues debe entrenarse y ensayar una y otra vez hasta lograr mantener el equilibrio e impulsarse. Cometió entonces muchos errores para conseguir lo que quería. Situaciones similares ocurren con el niño que quiere caminar, comer, vestirse solo, etc.; y que, al no hacerlo bien, quiere expresar su rabia o frustración, pero al no poder manifestarse con palabras explota en una tremenda pataleta.

Entonces, ¿por qué todos, niños y adultos, cometemos errores? Son muchas las razones: por desconocimiento, por falta de experiencia, por no saber planear, por falta de previsión o interés, por no saber gestionar las emociones, por miedo al castigo, en fin, la lista es interminable. 

No obstante las anteriores consideraciones, aún persiste en nuestra cultura el condenar el error, reprocharlo y sancionarlo con algún castigo. Se asume que el estudiante comete un error por perezoso, porque no estudia, no pone atención, vive distraído, “no piensa sino en jugar”. Es decir, casi siempre se busca una causa punitiva, se quiere hallar un culpable, más que una solución. La realidad es bien distinta: cometemos errores porque permanentemente estamos aprendiendo y desaprendiendo, porque el conocimiento y el desarrollo no tienen límites, porque la crianza y la educación no tienen un punto de llegada, porque constantemente estamos aceptando desafíos y retos, en fin, porque ¡somos humanos!

La pedagogía del éxito

Por otra parte, en la actual sociedad de consumo y de alta competencia se ha promulgado el éxito como el objetivo, la meta a conseguir a toda costa. Es una actitud tan arraigada que se llega a la idea de que dentro de todos los procesos y metodologías didácticas lo esencial, la meta final, es la calificación, recibir la aprobación de padres y maestros, ganar el examen, aprobar el curso, “pasar” la materia. Por esta razón, el error siempre se ha asumido como algo negativo, un resultado que se debe evitar como sea. 

Pero las consecuencias de la pedagogía del éxito van más allá: por el temor a perder, a no conseguir la aprobación de sus padres u otros adultos, esta pedagogía lleva, entre otras, a las siguientes situaciones:

  • A no explorar ni investigar, a no salirse de la seguridad que da lo conocido. Es decir, se anula la iniciativa.

  • A no preguntar y a tener miedo a responder por temor a hacer el ridículo si se da una respuesta errónea. 

  • A estudiar aprendiendo de memoria las respuestas que se sabe le gustan más al profesor, sin cuestionarlas ni explorarlas.

  • A copiar, cometer fraude o plagiar tareas.

  • A que los padres terminen realizando las tareas de los hijos por el temor de que estos saquen una mala nota, que los expulsen del colegio, o que “queden mal” con sus compañeros o familiares.

  • A minarse la autoestima, la creatividad y la autonomía del niño. Ante el exitismo en la educación, resaltando las respuestas buenas y asumiendo las erróneas como algo negativo, el error conduce al desánimo. 

La didáctica del error

Con la pedagogía del éxito el proceso de crianza, el resultado de una clase o un curso llega simplemente hasta el resultado: lo hizo bien, ganó la prueba escrita, sacó una buena nota. Es más, si el estudiante no obtuvo todas las respuestas buenas, pero sí la mayoría, casi nadie se detiene a estudiar por qué se equivocó en algunas. No, lo importante es que ya ganó. Es decir, todo el proceso de crianza, toda la tarea académica termina en la calificación sin dedicarle siquiera un poco al proceso cognitivo y emocional que llevó a esos resultados.

Pero es precisamente por esta concepción que se hace necesario replantear completamente el error, como lo vienen haciendo las ciencias sociales y, en especial, la pedagogía en las últimas décadas. Si el error se da principalmente cuando el niño o el estudiante se enfrenta a algo desconocido, algo con lo que no ha tenido experiencias previas (hablar, comer, vestirse, correr, leer, etc.), es más que lógico que no logre hacerlo bien al comienzo y que será necesario repetirlo, ensayarlo, buscar el logro una y mil veces hasta que lo consiga. Así las cosas, es muy fácil comprender que todas esas equivocaciones previas a la consecución de un resultado son la verdadera puerta del aprendizaje.

Algunas razones para enfocar el error como un excelente medio de aprendizaje y de crecimiento son:

  • Permite valorar lo que ya se consiguió, los avances: “Sacaste tres respuestas buenas”, “ya sabes vestirte solo”.

  • Induce a reflexionar sobre lo que falta y cómo obtenerlo. 

  • Busca soluciones a un problema, no un culpable.

  • Es un elemento constructivo e innovador. 

  • Como el error acompañará siempre al hombre, gracias a la neuroplasticidad del cerebro y al enfoque adecuado del error siempre habrá posibilidades de aprender, de conocer, de crecer.

  • El error, tanto en la familia como en el colegio, debería ser compartido, expresado sin temores ni prejuicios. 

  • Gracias al error la comunicación se hace dialógica, interactiva y transversal.

  • Aprender de los errores es enseñar para la vida. 

Cómo manejar las equivocaciones del niño en el hogar

Es claro que no existen fórmulas precisas ni recetas mágicas, pues nunca será suficiente repetir que cada niño es único, al igual que sus condiciones familiares y ambientales. A manera de apenas una orientación, se mencionan algunas pautas:


  • Evite el adultocentrismo. Es indispensable aceptar al niño como un ser en crecimiento y en desarrollo, no asumirlo como un adulto en miniatura, no hacerle exigencias como si lo fuera.

  • Ensayo y error. Se trata de un principio esencial en la crianza: dejar que el niño lo intente una y otra vez con la mínima intromisión del adulto.

  • Nunca le dé la respuesta ni le haga el trabajo. Si luego de varios intentos no se logra el resultado esperado, se le puede dar sugerencias o señalarle posibles alternativas para que, de manera progresiva, sea él quien lo haga.

  • Motivación y estímulo. Son elementos necesarios para que el niño se entusiasme y acepte el reto de hacerlo por sí mismo, con tenacidad y voluntad.

  • Reconocerle siempre el esfuerzo, más que los resultados.

  • Nunca ridiculizarlo, burlarse de él, menospreciarlo, ni estigmatizarlo, ni permitir que otros lo hagan.

  • Dele amor incondicional. El niño tiene que estar completamente seguro de que se le quiere, independientemente de que se equivoque o no.

  • Buen humor. Es una condición que lleva a que la familia se ría, se burle de los errores, no de quien los comete.

  • Use ejemplos de los errores propios. Con esta actitud al niño le queda claro que es normal cometer errores y que lo importante es identificarlos para intervenirlos adecuadamente.

  • Destáquele la importancia de asumir siempre la responsabilidad de sus actos, sin que trate de buscar culpables en otras personas.

  • No mencione de manera reiterada los errores y equivocaciones pasados, pues nada positivo se logra con ello, excepto afectarle su autoestima. 

Con estas y otras conductas se logrará desmitificar el error y asumirlo como una valiosa herramienta de crecimiento personal, especialmente, en la construcción de la autoestima, la autonomía, la creatividad y la solidaridad


Por: Luis Carlos Ochoa Vásquez

Pediatra puericultor - Universidad de Antioquia

Profesor de Pediatría Universidad Pontificia Bolivariana y Universidad CES

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